martes, 21 de agosto de 2012
La alegoría de la caverna
Para Platón, al igual que para Sócrates, el fundamento del hombre es la moral y lo único real son las ideas, identificando la idea del bien con la más excelsa expresión del Ser.
Lo único real es el mundo inteligible porque el mundo sensible sólo es una ilusión de los sentidos.
Para lograr una mayor comprensión de su pensamiento, ilustró su teoría del conocimiento con la conocida alegoría de la caverna, en su libro La República. "Libro Séptimo" o "VII libro".
Platón consideraba que el progreso del conocimiento no era tanto un proceso de continua evolución sino como una transformación de un estado de conocimiento menos adecuado a otro más elevado.
Para clarificar este concepto imagina una caverna subterránea con una abertura por donde penetra la luz del Sol. Allí viven desde sus nacimientos personas encadenadas mirando hacia el fondo de la caverna sin ver la luz.
Atrás de ellos, más arriba, entre la abertura de la caverna y esos sujetos hay una hoguera y entre ellos y el fuego corre un camino más elevado con un muro bajo que hace de pantalla.
Por este camino pasan unos hombres llevando estatuas, símbolos de animales y otros objetos varios que se llegan a ver por encima del borde del muro o pantalla.
Los encadenados no pueden verse entre ellos ni tampoco los objetos que llevan esos hombres por el camino; sólo pueden ver la pared y la sombra reflejadas en la pared, de ellos y de los objetos que transportan. Ven sólo sombras.
Esta alegoría representa la mayoría de la humanidad que permanece durante toda su vida viendo sólo sombras de la realidad, imágenes, representaciones y oyendo sólo el eco de la verdad.
La opinión que tiene toda esta gran cantidad de gente sobre el mundo está lejos de ser adecuada porque está deformada por las pasiones y los prejuicios propios y de los demás, transmitidos por el lenguaje y la retórica.
Son como niños que se aferran a sus deformadas opiniones con la fuerza de los adultos sin ningún deseo de liberarse de su prisión.
Aún más, si de pronto fueran liberados, quedarían cegados por la luz y creerían que las sombras eran más reales que la luz.
Sin embargo, si alguno llegara a escapar y se fuera acostumbrando poco a poco a la luz, sería capaz de mirar los objetos reales, de los que antes sólo había visto sus sombras.
Este hombre podría entonces ver a sus compañeros tal como son, seres encarcelados por las pasiones y los sofismas.
Y si perseverara y saliera de la caverna a la luz del Sol sería capaz de ver el mundo de los objetos verdaderos de las realidades inteligibles.
Y finalmente, con un esfuerzo más podría llegar a capacitarse para ver el Sol mismo, que es la representación de la idea del Bien, la Causa universal de todas las cosas, la fuente de la verdad y la razón.
Refiere Platón que si esta persona resolviera volver a la caverna sería incapaz de ver nada; y si se le ocurriera liberar a algún otro para guiarlo hasta la luz, los prisioneros que se encuentran dentro que están acostumbrados a la oscuridad y la aman porque creen que es lo verdadero, lo matarían.
En esta última reflexión, Platón se refiere sin dudas a Sócrates, que trató de iluminar con la verdad tratando de hacer comprender la verdadera realidad y la razón, y llegó a morir por eso.
Esta alegoría señala que elevarse a un nivel más alto requiere esfuerzo y disciplina, por eso le da tanta importancia a la educación, para conducir a los jóvenes al conocimiento de la verdad y los valores eternos y absolutos y para salvar a la humanidad de pasar la vida en un sombrío mundo de errores, mentiras, prejuicios, ciegos de los verdaderos valores.
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