viernes, 15 de junio de 2012

Cuatro cosas que si no se aprovechan, no se recuperan.



Una chica estaba esperando su vuelo en un gran aeropuerto.
Como tenía mucho tiempo decidió comprar un libro y un paquete de galletas, para descansar y leer en alguna sala del aeropuerto.

Se acababa de sentar cuando también se sentó un hombre, dejando un asiento entre los dos, que abrió una revista y empezó a leer; quedando entre ellos las galletas.

Cuando ella tomó la primera galleta, el hombre también tomó una. Ella se sintió indignada, pero no dijo nada; aunque pensó: "¡Qué descarado, que ganas me dan de darle un golpe para que le escarmiente!

Pero la cosa no quedó ahí. Cada vez que ella tomaba un galleta, él también. Aquello la iba indignando tanto que no conseguía concentrarse ni reaccionar.

Cuando quedaba una sola galleta pensó: "¿Qué hará ahora este cara dura?". Y entonces el hombre, que pareció adivinarle el pensamiento, dividió la última galleta y dejó una mitad para ella.

¡Ah, no! Aquello ya era demasiado y se puso a bufar de rabia; por lo que cerró su libro, recogió sus cosa y salió disparada hacia sus sector de embarque.

Una vez en el avión y con más calma, al mirar dentro de su bolso se quedó de piedra: ¡Allí estaba su paquete de galletas, intacto!
 ¡Qué vergüenza!
Solo entonces se dió cuenta de su despiste y del juicio injusto que había hecho sobre el comportamiento generoso de ese hombre.

¿Cuántas veces sacamos conclusiones apresuradas en nuestra vida, cuando deberíamos observar mejor? ¿A cuántas personas encasillamos en estereotipos, sin darles tiempo a explicar lo que quieren decir? ¿Cuántas oportunidades perdemos de quedar mejor?

En ese momento se le vino a la mente un consejo que le dió su ya fallecida abuela.

Recuerda siempre que existen cuatro cosas en la vida que nunca  se recuperan: 

Una piedra, después de haberla lanzado.
Una palabra, después de decirla.
Una oportunidad, después de haberla perdido.
El tiempo, una vez que ha pasado. 

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