jueves, 27 de septiembre de 2012

Poema atribuido a Rimpoche.



Muchas veces tenemos mucho pero no lo sabemos aprovechar y queremos más pero al final no logramos satisfacernos, aquí un poema que encontré para que lo compartan con los seres que más quieren:

Construimos casas cada vez más grades...
y familias más pequeñas.
Gastamos más... pero tenemos menos.
Compramos más... pero lo disfrutamos menos.
Habitamos en edificios más altos...
con vidas poco profundas.
Vamos por autopistas más amplias...
con mentes cada vez más estrechas.
Tenemos más comodidades...
pero vivimos más incómodos.
Tenemos más conocimientos...
y menos sensatez.
Más expertos... y menos soluciones.
Más medicinas... y menos salud.
Son tiempos de comida rápida...
y de digestión lenta.
De casas fantásticas... con hogares rotos.
De enojarnos enseguida...
pero de perdonar lentamente.
De salir muy temprano...
y llegar siempre tarde.
Levantamos las banderas de la igualdad,
pero sostenemos los prejuicios.
Tenemos la agenda llena
de teléfonos de amigos
a los que nunca llamamos...
Y los estantes de nuestra biblioteca
repletos de libros,
que jamás leeremos...
Nos ganamos la vida,
pero no sabemos cómo vivirla.
Poseemos cada vez más cosas,
y desperdiciamos casi todas.

Fuentes: Jorge Bucay - Llegar a la cima y seguir subiendo. 

miércoles, 26 de septiembre de 2012

No olvidar.



Una de las escenas más impresionantes de la antigua Roma era el momento en que algún general victorioso entraba triunfante en la ciudad de los césares.

Para que la capital le prodigiara el recibimiento más glorioso debían cumplirse dos condiciones: la primera, que el general hubiese vencido en una guerra justa (el bellum iustum); la segunda, que en el enfrentamiento hubiesen muerto, como mínimo, cinco mil enemigos.

Las tropasque iban a participar en la marche se organizaban en el Campo de Marte, desde donde, en desfile procesional, entraban a Roma por el Arco del Triunfo. Después de recorrer la Vía Sacra, llegaban hasta el Capitolio y rendían homenaje a Júpiter. Allí, a los pies del césar, las tropas victoriosas mostraban al pueblo los tesoros traídos de las tierras conquistadas y la larga fila de prisioneros capturados.

Ese día, Roma se llenaba de algarabía y euforia.

Las guirnaldas y las flores eran poco para felicitar al ejército victorioso.

El desfile triunfal, de hecho, era un premio en sí mismo, ya que en lo cotidiano no se permitía a los militares pasear por la ciudad.

Pero el homenaje tenía su centro en la persona del general victorioso, que era coronado con laurel y vestido con una túnica tachonada en oro. Se lo recibía como si fuera un dios, hasta tal punto que durante ese día su popularidad y su poder hacían sombra a las del propio emperador.

Seguramente por eso, Julio César, quizá temeroso que alguno de sus héroes quisiera disputarle sus espacios de poder, y para que el general no olvidara que esa situación era transitoria, ordenaba que detrás del héroe, y casi pegado a su espalda, desfilara siempre un esclavo que, alzando por encima de su cabeza la corona de Júpiter Capitolino, iba susurrando al oído del general: Respice post te, hominen te esse memento. (Mira hacia atrás y recuerda que sólo eres un hombre).

martes, 25 de septiembre de 2012

La montaña sagrada.



Nube Roja, el famoso jefe de la tribu, llamó un día ante sí a sus tres hijos.

Se estaba haciendo viejo y tenía que elegir a su sucesor. Una tribu no puede tener tres jefes. Si algo le pasara, uno de ellos debería ser el que lo sucediera y era su responsabilidad decidir quien.

-Hijos míos- les dijo cuando se presentaron ante él-, os he pedido que vengáis para elegir entre vosotros a mi sucesor. Para poder hacer la mejor elección, he decidido poneros una prueba. Se trata de escalar la Montaña Sagrada, la gran roca, la que nadie ha conseguido derrotar aún. El que primero lo logre será el elegido.

El desafio quedó establecido y lo hijos aceptaron el reto de su padre, más por el respeto que por ambición.

Una semana después, en el día de la Luna nueva, la noche de los mejores auspicios, los tres jóvenes empezaron a escalar con muchas ganas y con una ilusión de vencer a la montaña.
Pero uno primero y otros después, los tres regresaron derrotados.
La subida era imposible. Uno a uno, los jóvenes se presentaron ante su padre para admitir su fracaso.

Frente al tercero, el jefe dejó escapar su decepción:
-Veo que la Montaña Sagrada también ha podido contigo...
-Sí y lo siento, padre, pero es la verdad. Por el momento La Roca me ha vencido...
-¿Por el momento? Deduzco que estuviste muy cerca de conseguirlo. ¿Es así? - preguntó el cacique.
-No... ni siquiera llegué a la mitad de su ladera- dijo el que sería más tarde el jefe de la tribu-, pero sé que ella ya alcanzó su tamaño final y yo... todavía estoy creciendo.

Moraleja: Muchas veces si no podemos lograr o realizar algo, solo hay que esperar tiempo, no quiere decir que nos estemos rindiendo, sino que hay que esperar un tiempo para crecer, no solo físicamente, sino también espiritualmente.

lunes, 24 de septiembre de 2012

El anciano y el secreto.



Había una vez un hombre que buscaba a un maestro que hubiera alcanzado el secreto de la verdad suprema.

Había tomado clases con un centenar de maestros y visitado a otros tantos iluminados, había leído miles de libros y recorrido decenas de lugares llenos de historia, pero al final, pasado el tiempo de la fascinación inicial, siempre terminaba decepcionado y desilusionado.

Un día oyó decir que en un lugar muy lejano, en medio del desierto, se encontraba un anciano del que se afirmaban tres cosas: que había alcanzado el secreto último, que ya no aceptaba discípulos y que era difícil hacerle cambiar de idea.

Era todo un desafío, porque ni siquiera sabía exactamente dónde encontrarlo, pero después del camino recorrido, nada podía frenarlo, especialmente porque un extraño presentimiento le decía que ése era el maestro que había estado buscando durante tanto tiempo.

El hombre dejó todo lo que había y viajó hacia el desierto.

Le costó todo un año de penurias localizar el lugar exacto...

Muchas veces se había sentido cansado, harto de tanto trajín y casi dispuesto a abandonar la búsqueda... lo frenaba la idea que era absurdo dejarlo en ese momento, convencido como estaba de tenerlo muy cerca...

Así que persistió, perseveró, y finalmente llegó hasta la cueva donde el anciano vivía.

El hombre había visto a muchos maestros, algunos verdaderos, otros falsos, pero éste... éste tenía algo que lo hacía especial... Estaba claro, era tan obvio... Este anciano tenía el secreto y se le notaba.

El maestro se hallaba sentado bajo un árbol, y la energía alrededor del árbol era tan inmenso, que el hombre se sintió inundado de ella.

Como embriagado, cayó a los pies del anciano y lo miró a los ojos... vio una profundidad como nunca había visto... y entonces le dijo:

- Vengo en busca del secreto último. ¿Puedes decírmelo?
- Es mucho lo que pides. ¿Qué tienes para dar a cambio?
- No tengo nada más que mi deseo de saber, lo he dejado todo para llegar hasta aquí... pero haré lo que me pidas... por favor...

El anciano permaneció en silencio y su mirada se perdió en el desierto. El recién llegado no se atrevió a decir nada y se quedó a su lado durante más de una hora.

- Te daré la misma oportunidad que me dió mi propio maestro - dijo el anciano al fin -. Durante tres años deberás permanecer en silencio a mi servicio, sin pronunciar ni una sola palabra... Si consigues esto, quizá pueda decirte el secreto que me reveló mi maestro, porque el secreto, para ser tal, tiene que mantenerse secreto. Si puedes permanecer en absoluto silenciotodo ese tiempo, será la indicación que eres capaz de guardar algo dentro de ti.

El hombre aceptó el trato. Era evidente que cualquier sacrificio estaba justificado para conseguir accader por fin a la verdad última de las cosas...

Aquellos tres años fueron verdaderamente largos, casi como tres vidas... El desierto, nadie más por allí, solo el anciano, y el silencio...

El silencio del desierto, el silencio del anciano, y los tres años.

Pareció como si hubieran pasado muchos, muchísimos años, pero solo pasaron los tres años.

Entonces el hombre dijo:
- Maestro, ya han pasado los tres años. ¿Me dirás el secreto?

El anciano contestó:
- Como me dijo mi maestro, primero debería convencerme que entiendes el verdadero valor de un secreto. Se necesaita una promesa absoluta y una lealtad poco usual para honrar un secreto tan valioso como éste.

El hombre dijo:
- ¡Lo entiendo! Te lo juro. Prometo ante Dios, con todo mi corazón, que nunca revelaré este secreto a nadie. Créeme.

El anciano comenzó a reír y le dijo:
- Eso está bien. Te creo.

Y siguió riendo y riendo hasta que su discípulo volvió a preguntar:
-¿Y el secreto?¿Cuándo me dirás el secreto?
- Nunca... - dijo el maestro.
- Pero no comprendo... Dijiste que me revelarías el secreto, como lo hizo tu maestro contigo...
- Sí. Y eso haré. igual que él hizo conmigo - dijo el anciano -. Pero piensa: si tú puedes guardar un secreto de por vida, ¿por qué piensas que yo no voy a ser capaz de hacerlo? No puedo reverlarte el secreto: primero, porque prometí no hacerlo, y segundo, porque mi maestro también era leal a su juramento, y nunca me lo dijo. Cuando después de trabajar en silencio durante tres años, llegó el día... yo estaba tan feliz... había llegado el momento. "¿Cuál es el secreto?", le pregunté. Mi maestro se rió de la misma manera que yo me he reído, y dijo: "Si es cierto que tú puedes guardar un secreto, y estos tres años han demostrado que así es, ¿cómo es que piensas que yo no voy a poder hacerlo?".

El discípulo bajó la cabeza y se marchó.

Pero su viaje y su sacrificio no había sido en vano. La luz que había percibido en el anciano lo acompañó desde entonces.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El esclavo.





¿Tú, de qué eres esclavo?

¿De las heridas que recibiste cuando eras pequeño?,  
¿De tus traumas de la infancia?,
¿De lo que alguien más decidió que fueras?,
¿De una relación que no te satisface?,
¿De un trabajo que no disfrutas?,
¿De la rutina de tu vida?


¡Ya libérate! ¡Tira ya ese costal que llevas en la espalda en el guardas el   resentimiento, el rencor y la culpa. Deja ya de culpar a otros y a tu pasado por lo que no marcha bien en tu vida. Cada día tienes la oportunidad de empezar otra vez. Cada mañana, al abrir los ojos, naces de nuevo, recibes otra oportunidad para cambiar lo que no te gusta y para mejorar tu vida. La responsabilidad es toda tuya. Tu felicidad no depende de tus padres, de tu pareja, de tus amigos, de tu pasado, depende solo de ti.


¿Qué es lo que te tiene paralizado?,
¿El miedo al rechazo?,
¿Al éxito?,
¿Al fracaso?,
¿Al que dirán?,
¿A la crítica?,
¿A cometer errores?,
¿A estar solo?


 ¡Rompe ya las cadenas que tu mismo te has impuesto! A lo único que le debes tener miedo es a no ser tú mismo, a dejar pasar tu vida sin hacer lo que quieres, a desaprovechar esta oportunidad de mostrarte a otros, de decir lo que piensas, de compartir lo que tienes. Tú eres parte de la vida y como todos, puedes caminar con la frente en alto.
Los errores del pasado ya han sido olvidados y los errores del futuro serán perdonados. Date cuenta de que nadie lleva un registro de tus faltas, solo tú mismo. Ese juez que te reprocha, ese verdugo que te castiga, ese mal amigo que siempre te critica, ¡eres tú mismo! Ya déjate en paz, ya perdónate, sólo tú puedes lograrlo.

¿Cuándo vas a demostrar tu amor a tus seres queridos?,
¿Cuándo te queden unos minutos de vida?,
¿Cuándo les queden a ellos unos minutos de vida?


El amor que no demuestres hoy, se perderá para siempre. Recuerda que la vida es tan corta y tan frágil que no tenemos tiempo que perder en rencores y estúpidas discusiones.
 Hoy es el día de perdonar las ofensas del pasado y de arreglar las viejas rencillas.
Entrégate a los que amas sin esperar cambiarlos, acéptalos tal como son y respeta el don más valioso que han recibido:
Su libertad.


Disfruta de tus relaciones sin hacer dramas. Si pretendes que todos hagan lo que tú quieres o que sean como tú has decidido, si pretendes controlar a los que te rodean, llenarás tu vida de conflicto. Permite a otros  que tomen sus propias decisiones como has de tomar las tuyas, tratando siempre de lograr lo que es mejor para todos. Así podrás llenar tu vida de armonía.


Y por último:
¿Qué estás esperando para empezar a disfrutar de tu vida?
¿Que se arreglen todos tus problemas?,
¿Que se te quiten todos tus traumas?,
¿Que por fin alguien reconozca tu valía?,
¿Que llegue el amor de tu vida?,
¿Que regrese el se fue?,
¿Que todo te salga como tú quieres?,
¿Que se acabe la crisis económica?,
¿Que te suceda un milagro?,
¿Que por arte de magia todo sea hermoso y perfecto?


¡Despierta!,  ¡Despierta ya!,   ¡Esta es la vida!
La vida no es lo que sucede cuando todos tus planes se cumplen, ni lo que pasará cuado tengas eso que tanto deseas. La vida es lo que está pasando en este preciso instante. Tú vida en este momento es leer este párrafo, donde quiera que lo estés haciendo y con las circunstancias que te rodean ahora. En este momento tu corazón lleva sangre a todas las células de tu cuerpo y tus pulmones llevan oxígeno a donde se necesita.

En este momento algo que no podemos comprender, te mantiene vivo y te permite, ver, pensar, expresarte, moverte, reír,
¡Hasta llorar si quieres!


No te acostumbres a la vida, no te acostumbres a despertar todos los días y estar aburrido, o malhumorado, o preocupado. Abre tus ojos y agradece todas las bendiciones que puedes ver, agradece tu capacidad de oír el canto de los pájaros, tu música preferida, la risa de tus hijitos. Pon tus manos en tu pecho y siente tu corazón latir con fuerza diciéndote:

“Estoy vivo, estoy vivo, estoy vivo”.


Yo sé que la vida no es perfecta, que está llena de situaciones difíciles.
Tal vez, así es como se supone que sea.

Tal vez por eso se te han brindado todas las herramientas que necesitas para enfrentarla:


Una gran fortaleza que te permite soportar las pérdidas, la libertad de elegir como reaccionar ante lo que sucede, el amor y el apoyo de tus seres queridos.

Se también que tú no eres perfecto, nadie lo es. Y sin embargo, millones de circunstancias se han reunido para que existas. Fuiste formado a partir de un diseño maravilloso y compartes con toda la humanidad sus virtudes y defectos. Así está escrito en tus genes, en los genes de todos los seres humanos que han existido y en todos los que existirán.

Tus pasiones, tus miedos, tus heridas, tus debilidades, tus secretos y tu agresión, los compartes con todos tus hermanos.
¡Bienvenido a la raza humana!
Esos supuestos defectos son parte de tu libertad, parte de tu humanidad.

Si te preguntas…
¿Quién soy yo para decirte todo esto?
Te contestaré que no soy nadie, simplemente una versión diferente de lo que tú eres.
Otro ser humano más entre miles de millones, pero uno que ha decidido ser libre y recuperar todo el poder de su vida…
 
Espero que tú también decidas hacerlo.