domingo, 16 de septiembre de 2012
Ayudando al prójimo.
Un famoso escritor caminaba con un amigos cuando un muchacho cruzó la calle sin ver que un camión se acercaba a toda velocidad. El escritor, en una fracción de segundo, se tiró delante del vehículo y consiguió salvarlo. Pero, antes que nadie lo felicitase por el heroico acto, le dió un cachete al niño:
-No te dejes engañar por las apariencias, hijo mío -dijo él -. ¡Sólo te salvé para que no puedas evitar los problemas que vas a tener cuando seas adulto!
Dice el maestro:
A veces tenemos vergüenza de hacer el bien. Nuestro sentimiento de culpa intenta siempre decirnos que, cuando actuamos con generosidad, lo que estamos intentando hacer es presionar a los demás, "sobornar" a Dios, etc. Parece difícil aceptar que nuestra naturaleza es esencialmente buena. Ocultamos los buenos gestos con ironía y desinterés, como si amor fuese sinónimo de flaqueza.
No hay que tener vergüenza de ayudar al prójimo, y no hay que pensar en el "qué dirán".
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